miércoles, 13 de junio de 2012

Lo del Turco


            El Turco llega al andén con ida a Retiro de la estación Belgrano a las 5.03 p. m. Él llega y camina, punteando la línea amarilla, el largo del andén. Mientras lo hace examina de frente –y casi tocando- a la gente que, a su lado, espera el próximo tren. Se detiene. Tira al piso el papel de diario que simulaba leer. También tira la gorra pero la deja sobre el diario. Se saca la camiseta de San Lorenzo. Después el buzo. El Turco ajusta y desajusta el cordón de su lujoso cinturón de soga. Se deja puesta la camiseta de River. Se acomoda el pelo ahora limpio que le dejaron mojarse en la YPF de siempre. Se pone el buzo, la camiseta del Ciclón, la gorra y agarra el diario. Camina. Gira para ver si el pibe que antes estaba al lado suyo seguía. No estaba. Llega el tren con destino a estación Retiro atiborrado de gente y de olores matinales. El Turco se queda en el andén. Solo de nuevo, se acerca a la línea amarilla que separa a las vías del andén. Deja el talón en la línea y el resto del pie suspendido. Mira provocativo a la gente que espera el tren con destino a Tigre mientras se mece con vértigo hacia las vías. Es sólo un juego. Tira la gorra al piso con bronca. Empieza a limpiar su andén sucio de porquerías del día. Una botella de Coca-cola, un chicle pegado al piso, un paquete de papas fritas. Tira todo a las vías con bronca porque le ensuciaron la cocina. Agarra el tubo del teléfono público y habla. Nadie responde. –Daaaaleee gatooo. Empiezan a llegar los nuevos pasajeros. Deja el teléfono. Se pone la gorra y hace un ademán hacia ellos en señal de bienvenida.
Llega el tren a Belgrano con destino a la estación Tigre. Subo y no vuelvo a ver al Turco. Una vez por semana paso por su casa, toco timbre pero nadie atiende.